En paz, todos
Etiquetas: hámster, número 03 0 comentariosYa no se puede vivir así, con tantas cargas, con tantas llagas chupándole a uno el existir. Pero simplemente uno es demasiado bueno y no puede dejar desprotegidas a las personas que se quiere. Simplemente no se les puede decir, así como así, ahí se ven esposa e hijos queridos, ya no soporto la carga de la vida y los dejo, simplemente no es así de fácil...
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Ya no se puede vivir así, con tantas cargas, con tantas llagas chupándole a uno el existir. Pero simplemente uno es demasiado bueno y no puede dejar desprotegidas a las personas que se quiere. Simplemente no se les puede decir, así como así, ahí se ven esposa e hijos queridos, ya no soporto la carga de la vida y los dejo, simplemente no es así de fácil. Cualquiera puede pensar que un doctor, como yo, tiene la vida arreglada, pero como muchos saben, la vida cuando te das cuenta, no es sólo de dinero; y eso me pasó a mí.
Cómo último sumario a mi vida, debo confesar que los primeros 30 días de matrimonio fueron perfectos, el resto, poco más de 5000, fueron una vertiginosa picada que dotó con una buena dosis de sufrimiento y tristeza (siempre con esa mezcla de felicidad y de nostalgia que le da a uno cuando sabe que lo malo se va a acabar, pero que aún así fue emocionante). Y fue cuando empecé a pensar, ¿cómo desaparecer el dolor para mí y para mi esposa, siempre buscando que ella no sufriera (siempre tuve esa doble voz que buscaba venganza ante todas las incoherencias de aquella mujer, pero siempre pude acallarla...)? Apestaba mi vida, mi mujer me odiaba (pero en el fondo me quería) y nuestra hija moría a causa de la falta de un corazón.
Y entonces, la respuesta vino a mí, extraño, pues la voz vengativa no tuvo reparo. La solución era extraña, pero aún así creo que era eso precisamente: una solución. Contraté a un matón para que terminara con mi vida. El primero falló, no sé si por nervios suyos o míos, pero la bala no me alcanzó. Lo volví a hacer y en esta ocasión todo terminó como todos queríamos (todos, incluyendo la voz vengativa, pero eso, yo no lo sabía).
Yo desaparecí. Mi mujer cobró el seguro. Mi hija tuvo su corazón. Todos contentos. ¿Todos? Sí, hasta la voz vengativa, pues (y eso yo no lo supe ni lo sabré) sobre mi esposa cayeron todas las sospechas de mi muerte. Ahora tenía su merecido castigo y así, todo mi ser pudo descansar en paz.
Fuente El Universal
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