Las hormigas negras de Acaponeta
Etiquetas: hámster, número 03 0 comentariosEn Acaponeta las cosas son color de hormiga. Y no porque sean negras, sino porque la sustancia que segregan estas hormigas por mi pueblo son harto destructivas. Imagínense, todo sucedió una buena mañana. El alcalde del lugar bebió (porque yo lo vi) un poco de jugo de naranja, pero jamás se percató que en ella nadaba una hormiga negra de Acaponeta muerta...
_________________________________________
En Acaponeta las cosas son color de hormiga. Y no porque sean negras, sino porque la sustancia que segregan estas hormigas por mi pueblo son harto destructivas. Imagínense, todo sucedió una buena mañana. El alcalde del lugar bebió (porque yo lo vi) un poco de jugo de naranja, pero jamás se percató que en ella nadaba una hormiga negra de Acaponeta muerta. Aquella pobre hormiga tenía su historia. Se dio cuenta (difícil en las criaturas inferiores, digo, eso de la conciencia) de que todo su pueblo causaba problemas gracias a eso que les dio la naturaleza; esa sustancia que causaba histeria en las personas que entraban en contacto con ellas, que provocaba el derretimiento desmesurado de las neuronas, la locura cegadora, ira que quemaba, que deshacía, que saqueaba aquello que pudiera pensarse como producto del semejante. Entonces, la pequeña hormiga, quiso que todo terminara, por eso se suicidó, y por eso se suicidó ahí, en el jugo del alcalde de Acaponeta.
Vano es contar los efectos destructivos que causó la pequeña hormiga. El alcalde, que ya sabía que no iba a ser diputado local, porque lo iban a convertir en senador, abrió el periódico aquella mañana. Los efectos se hacían notar, notando las gotas enormes que le surcaban la frente, haciéndole unas líneas marcadas, desgastándole la piel, curtiéndole la mirada. Entonces leyó lo que ya sabía "el alcalde de Acaponeta pierde las elecciones para diputado local". Entonces su ira aumentó tan rápido como una caldera a punto de explotar. Salió apresurado. Encabronado gritaba incoherencias, pues toda su garganta fibrilante le impedía articular algo. Refunfuñaba. Resoplaba. Estrujaba los nudillos. Destrozaba los arbolitos que se encontraba y finalmente llegó a la plaza del pueblo, construido hacía 86 años, hogar de las hormigas negras de Acaponeta. El alcalde llegó con fiereza y en ese instante, desde el momento en que arrancó la primera de las banquitas estratégicamente ubicadas para escuchar a la orquesta en el quiosco, desde ese momento la reina de las hormigas negras de Acaponeta supo que aquella hormiga había cumplido con su promesa. "Es hora de empacar", dijo la reina, mientras a su lado, había devastación y muerte.
Fuente El Universal
Vano es contar los efectos destructivos que causó la pequeña hormiga. El alcalde, que ya sabía que no iba a ser diputado local, porque lo iban a convertir en senador, abrió el periódico aquella mañana. Los efectos se hacían notar, notando las gotas enormes que le surcaban la frente, haciéndole unas líneas marcadas, desgastándole la piel, curtiéndole la mirada. Entonces leyó lo que ya sabía "el alcalde de Acaponeta pierde las elecciones para diputado local". Entonces su ira aumentó tan rápido como una caldera a punto de explotar. Salió apresurado. Encabronado gritaba incoherencias, pues toda su garganta fibrilante le impedía articular algo. Refunfuñaba. Resoplaba. Estrujaba los nudillos. Destrozaba los arbolitos que se encontraba y finalmente llegó a la plaza del pueblo, construido hacía 86 años, hogar de las hormigas negras de Acaponeta. El alcalde llegó con fiereza y en ese instante, desde el momento en que arrancó la primera de las banquitas estratégicamente ubicadas para escuchar a la orquesta en el quiosco, desde ese momento la reina de las hormigas negras de Acaponeta supo que aquella hormiga había cumplido con su promesa. "Es hora de empacar", dijo la reina, mientras a su lado, había devastación y muerte.
Fuente El Universal
0 comentarios: to “ Las hormigas negras de Acaponeta ”
Publicar un comentario