Lucía
Etiquetas: hámster, número 01 1 comentariosLucía estaba cansada de que la vida le faltara el respeto. No había logrado estar a la altura de las calificaciones de sus mejores compañeros de clases, por lo que decidió que el sistema escolar estaba coludido con alguna especie de liga fascista. Más tarde, no podía acceder a los mejores antros de la ciudad, por lo que una vez más se dio cuenta de que el sistema estaba contra ella y ¿por qué no? contra toda la sociedad desplazada como ella.
Lucía estaba cansada de que la vida le faltara el respeto. No había logrado estar a la altura de las calificaciones de sus mejores compañeros de clases, por lo que decidió que el sistema escolar estaba coludido con alguna especie de liga fascista. Más tarde, no podía acceder a los mejores antros de la ciudad, por lo que una vez más se dio cuenta de que el sistema estaba contra ella y ¿por qué no? contra toda la sociedad desplazada como ella. Por último, su novio la rechazó y Lucía supo que ese niñito de mami sería parte del espionaje puesto en contra de todos los jóvenes marxistas que ven en la estrella roja la esperanza que no les regaló McDonalds.
La gota que derramó el vaso fue, como suele ocurrir, una simpleza. Lucía caminaba por los pasillos del supermercado, cuando se quedó mirando una sopa instantánea. Estaba hipnotizada, pues sabía que esa era la respuesta al hambre de muchos. ¡Sólo 5 pesos costaba un contenedor que aliviaría el hambre, la pobreza y la injusticia social! El mundo estaba girando bien, el aire soplaba de su lado y una caja de P&G caía desde lo alto. El golpe fue seco y le destrozó la nariz. La llevaron al hospital y ahí lograron hacer que los coágulos no la asfixiaran.
Su recuperación en una sala del seguro social le hizo ver que ni sus buenas notas ni nada de lo que intentara haría que el mundo cambiara para con ella. Su corazón se volcó inminentemente hacia la rebeldía, hacia el romántico escape del Ché y su muerte martirizada y convertida en una loa a la libertad que rompe las cadenas asfixiantes de un mundo que no ve igual a nadie y que termina por despreciar a todos e incluso a sí mismo. Eso no era mundo y eso no era vida. Por eso había que estar con los que luchan y los que se mueren en la raya. Esa sí era una vida digna y no mentadas de madre.
Se alivió y decidió iniciar un estudio sobre la más antigua y grande guerrilla de América Latina. Viajó a su centro de operaciones y disfrutó de su acogedora recepción. Aprendió mucho, cantó mucho, río mucho y se sintió en paz. El mundo estaba girando bien, el aire soplaba de su lado y una bomba caía desde lo alto. El golpe fue seco. La operaron en un hospital militar, y ahí, sola en su cuarto, se dio cuenta de que no importaba en donde estuviera, el látigo del destino la golpearía una y otra vez. Sólo quedaban dos opciones, reírse de los fuetazos y morir, o llorar y morir. La elección era clara.
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24 de julio de 2008, 11:46
¿Lucía? lucía bella? despampanante? o lucía con cara de pedo? :D Ja