¡Jamás!
Etiquetas: hámster, número 01 0 comentariosUn día salieron a comer tres compadres, eran Andrés, Alejandro y Jesús. La juerga había salido a todo dar. Por un lado habían saboreado diferentes licores y por otro varias mujeres. Pero ya era muy tarde y decidieron salir del lugar para dirigirse a sus respectivos hogares, o si todavía tenían unos céntimos qué gastar, pues seguirla en otro lado. Llegaron al auto y Andrés, que según le había dicho un pequeño angelito, había sido elegido entre toda la chusma para conducir al pueblo y ser su protector, decidió que también le había dicho que era el elegido para conducir el carrito.
Un día salieron a comer tres compadres, eran Andrés, Alejandro y Jesús. La juerga había salido a todo dar. Por un lado habían saboreado diferentes licores y por otro varias mujeres. Pero ya era muy tarde y decidieron salir del lugar para dirigirse a sus respectivos hogares, o si todavía tenían unos céntimos qué gastar, pues seguirla en otro lado. Llegaron al auto y Andrés, que según le había dicho un pequeño angelito, había sido elegido entre toda la chusma para conducir al pueblo y ser su protector, decidió que también le había dicho que era el elegido para conducir el carrito. Como sus dos compadres no querían que se ofendiera y de esa forma tan estúpida perder las delicias de los licores y las mujeres que se pagaban con los dineros (además de magnetismo) de su bien posicionado compadre, le dieron de buena gana el lugar del conductor. Total, él era el que mandaba y ellos obedecían mientras hubiera porqué obedecer. Arrancaron el automóvil sin dificultad y anduvieron por las calles obscuras de la capital de la experanza siempre en movimiento.
-¡Caray compadre! Mejor hubiéramos esperado el turibus. Así de noche no me gusta nada la ciudá.
-Calma, Alejandrito, calma. ¿Con quién vienej?
-Pos con usté compadrito.
-Ahí ta. Yo joy el elegido, ají como el Neo, por lo tanto los ejpurios ejpíritus (¡ah! cómo le había gustado esa palabra desde que su amiguita Elena se lo había recitado en una noche de dolor y pésame) no je ajercarán a mí. Yo vine para jalvar nuestras riquejas. Yo hoy el que fue, el que ej y el que jerá. Yo... yo... yo tengo que mear, ¿dónde me arrejunto para echar una firmita tocayo Chuchito?
-Pues con todo gusto te diría que pongo mis manos como cazuelas para que caiga tu necesidad, pero como a mí me da frío sacar las manos de las bolsas, mejor yo digo que nos vayamos al Zócalo.
-Bien penjado, el jócalo siempre me ha recibido en todoj mij momentoj y no debo de avergonjarme en este de mayor nejejidad, pero ¿pa' donde jalo?
-¿No es muy temprano para esas cosas Andrés?
-No jeas objceno. Yo digo que dónde me voy puej...
-Pues mira, yo digo que tomes la siguiente calle, bajes tres cuadras, pasemos por las casas de los compas del Villa, regresemos en el retorno, subamos, bajemos y después nos pasemos el alto en chinga, porque ahí asaltan, y luego...
-¡No, no, no! Eso está muy difícil, mejor sube a la siguiente cuadra, baja en la siguiente calle, rodeas la que viene y te sales en la que sigue...
-¡No seas tarado, si hacemos eso vamos a llegar de donde vinimos!
-¡Ya estamos acostumbrados!
-Yo digo que el que ejtá bien ej Alejandro.
-Pero si nos vamos por donde dice Alejandro no vamos a ningún lado...
Y así, los tres compadres se pusieron a discutir y unos decían que para un lado y otros que para el otro y empezaron a aflorar los rencores pasados, y en eso estaban cuando de pronto, Andrés, quien no había dejado de manejar y cuya vejiga comenzaba a pedir escandalosamente un baño, no se fijó que había entrado en el carril equivocado del Periférico. Un automóvil pasó zumbando por la derecha, pero no le hicieron caso. Otro más lo hizo y les mentó la madre. Salieron de su estupor y se dieron cuenta de que chocarían irremediablemente contra un monstruoso camión que llevaba una ballena para el segundo piso.
-¡En la madre! ¡Un monjtruojo camión con una ballena para el jegundo pijo! ¡Le dije a Marjelo que le parara con ejas mama...!
-¡Vamos a morir! A la derecha Andrés, salte a la derecha.
-¡Hazlo compadre, gira a la derecha!
-¡Jámaj! Yo nunca iré hajia la derecha corrompida y putrefacta que sólo quiere vender nuestro cachito de tierra.
-¡A la derecha! ¡A la derecha!
-No, no y no. La derecha no, si quieren a la ijquierda, pero la derecha no...
El final es predecible. Los tres murieron aplastados por la ballena que salió despedida con el frenazo del camión. Ahí sucumbía Andresito, el que más había aguantado de los tres, lleno de pedacitos de cemento, cobijado por la negrura de una ciudad traicionera y pensando que si le hubieran dicho a tiempo que girara a la derecha lo habría hecho, aunque eso fuera contra todos sus principios; pero lo mejor hubiera sido que no lo hubieran dejado manejar. ¡Maldito pelele usurpador! ¡Maldito Felipe! Todo era su culpa. ¿Ahora qué le diría a su compadre Hugo? ¿A su compadre Fidel? ¿Qué pensarían de él los defensores de la izquierda? Había fallado, sucumbía como un mártir entre gasolina y basura tirada por los vacacionistas de las playas de Marcelo, pero eso sí, mirando alto.
Fuente: .el-universal.com.mx
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