Ojo por ojo
Etiquetas: Elefante, número 02 0 comentarios“Ojo por ojo”, la frase estaba inscrita en la pared de una celda de la prisión de Polunsky en el condado de Livingston, alguien la había puesto ahí para recordarle a los presos que las justicia nunca es divina, siempre ha sido humana. Cada vez que la leía José Ernesto recordaba que el único objetivo en su vida desde 1994 era esperar el momento en que le sacaran los ojos.
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“Ojo por ojo”, la frase estaba inscrita en la pared de una celda de la prisión de Polunsky en el condado de Livingston, alguien la había puesto ahí para recordarle a los presos que las justicia nunca es divina, siempre ha sido humana. Cada vez que la leía José Ernesto recordaba que el único objetivo en su vida desde 1994 era esperar el momento en que le sacaran los ojos.
Después de quince años esperando José pensó que quizá podría prolongar su vida en prisión hasta los 40, escribir una novela y hacerse celebre como Caryl Chessman, pero cada vez que conseguía una nueva apelación para su condena sabía que, como en el celebre caso de Chessman, algún día se agotarían los recursos y la ejecución sería inevitable; esa fecha llegó el 6 de Agosto del 2008.
Un par de días antes ya se había anunciado la ejecución, pero la presión de la opinión pública, los medios de comunicación y la Corte de Justicia de la Haya, mantenía todavía un dejo de esperanza en los familiares de José, en cambió él ya estaba resignado, prefería pensar en su última cena.
José Ernesto pensó que eso de la última cena era curioso, no podía evitar compararse con Jesucristo, quién también tuvo una última cena antes de ser crucificado al día siguiente, en un sacrificio que sirvió para alimentar el morbo de cientos de ciudadanos, acallar a conciencia de algunos gobernantes y redimir a la humanidad.
Quizá fuera demasiado pretenciosa la comparación, pero a estas alturas eso no importaba, podría dar una nota interesante a la prensa; sí, afirmó mentalmente José, en su última cena pediría sólo pan y vino, el cual bendeciría y partiría para compartir con sus 12 discípulos, que podrían ser miembros de la pandilla Blacks & Whites. ¿Pero quién sería Judas? Venancio, su propio hermano, que recibió una condena de 40 años luego de colaborar con las autoridades para esclarecer el caso.
José pensó que seria demasiado eso del vino, el pan y los discípulos; mejor morir serenamente, con la boca cerrada y la conciencia tranquila. Cuando los guardias llegaron a su celda para trasladarlo a la penitenciaria e Huntsville, donde esperaría sus últimas horas antes de hacer su recorrido final por el pasillo de la muerte, José miró por última vez el letrero inscrito en la pared de su celda: “Ojo por ojo”, instintivamente pasó su mano derecha por los ojos, el culo y el cuello, tragó saliva e intento olvidar el rostro de aquel par de adolescentes.
Fuente: el universal
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