Café inmaduro
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En aquella casa se respiraba un ambiente a caramelos y café. Por la tarde, después de limpiar todas las habitaciones Raquel se sentaba en la sala para escuchar el radio y cantar una que otra canción. A veces se quedaba dormida murmurándolas. Paz aprovechaba para acercar una silla y alcanzar la cafetera, tomaba un vaso y lo llenaba con aquella bebida obscura, pero después, si por la mañana había acabado con casi todos los muebles de la casa, en ese momento el pequeño mounstro era implacable. Solía despertar a su mamá con cantos, gritos y brincos. Pero Raquel sólo se levantaba y caminaba unos pasos para darle besos en la frente y regresaba a la cocina para preparar la cena. Paz sólo repetía la rutina, después de todo cuántos eran unos cuantos surcos en la sala. Raquel pensaba que era la edad, y que como todos los niños, su inquietud por conocer el mundo era inagotable. Por la noche Bernardo regresaba, sin una palabra, con sólo caricias comunicaba a su familia su regreso, y una nueva taza de café aparecía en escenario… Paz, sólo cantaba.
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